Rosemary Álvarez es una niña de 12 años que creció en medio de dolor y sufrimiento en un hogar de condiciones muy precarias y con un padre maltratador que atentaba contra ella, su madre y sus tres hermanos.
Pero de pronto, el destino le deparó una gran sorpresa que cambiaría su vida por completo.
Reyna Álvarez, una mujer cubana de 67 años que emigró a Estados Unidos con una maleta repleta de sueños y sus dos hijas para buscar un mejor futuro se encontró con la realidad de estos cuatro niños que sobrevivían en condiciones deplorables.
Ella acostumbraba a participar en organizaciones de caridad a través de la iglesia, pero nunca había conocido tan de cerca un caso como el de Rosemary y su familia.
Cuando supo que su padre biológico los maltrataba y que su futuro estaba en juego decidió hacer algo.
En ese momento dijo entre lágrimas: “Son míos” y se propuso ayudarlos a tener una vida mejor donde pudieran disfrutar de sus derechos.
Pero no quería ayudar a la niña si eso implicaba que creciera separada de sus hermanos, así que hizo su mayor esfuerzo y los adoptó a todos.
A pesar de su edad y de que su casa no estaba acondicionada para incluir a cuatro niños, ella contó con el apoyo de su hija, y su yerno para adaptar todo lo necesario.
Y en solamente una semana los niños ya estaban viviendo en su nuevo y cálido hogar, Rosemary, habla de su madre adoptiva y la define como un ángel.
Poco tiempo después, llegó al hogar otra niña, hija de la misma madre que Rosemary y sus hermanos, con dos meses de nacida.
Reyna confiesa que ha sido difícil mantenerlos y velar por satisfacer todas sus necesidades, pero no se arrepiente de tomar la decisión de ampliar su familia para darles todo su amor a los cinco niños.
Actualmente tiene tres empleos, en uno labora tres días por semana, trabaja en el departamento de limpieza de una empresa, del colegio donde estudian los niños y de una vivienda familiar.
Con su esfuerzo y el apoyo de su familia a los niños jamás les ha faltado nada, su gesto cambió sus vidas y les brindó la oportunidad que tanto merecían y nunca recibieron.
El dolor quedó atrás para estos cinco hermanos que disfrutan de asistir al colegio, tener amigos, compartir en familia, tener una habitación y los juguetes que jamás pudieron tener.
Y lo más importante, tienen el respeto, la protección y el cariño de una madre que los ama sin condiciones y a pesar de no haberlos traído al mundo abrió las puertas de su corazón y de su hogar para ellos.
Lo que hizo Reyna nos inspira a mirar a nuestro alrededor y ayudar a quienes lo necesiten, hasta un pequeño acto de solidaridad puede cambiar la vida de alguien. ¡Comparte esta emotiva historia!