No existe sentimiento más puro que el del amor de una madre hacia su hijo, y no existe dolor más fuerte que la pérdida de un niño.
Sara Jade, de 33 años de edad, y su esposo Tim, de 34 años, estaban felices criando juntos a su pequeño y único hijo, Arthur, de 3 años. La pareja oriunda de Melbourne, Australia, recibieron la maravillosa noticia de que tendrían un pequeño nuevo integrante en la familia, un hermanito para su hijo.
Las primeras semanas de embarazo transcurrieron con normalidad pero a las 20 semanas de embarazo, los doctores empezaron a preocuparse por el desarrollo del cerebro del pequeño bebé, que llevaba el nombre de Aksel. A partir de ese momento decidieron hacerle un seguimiento a su evolución.
Siguiendo todas las pruebas y exámenes realizados, a las 31 semanas de gestación, los doctores decidieron realizar una resonancia magnética para determinar qué era lo que sucedía con el pequeño Aksel.
Finalmente, su peor pesadilla se hizo realidad. Les informaron de que su hijo presentaba una anormalidad cerebral llamada polimicrogiria, una malformación cerebral que se caracteriza por pliegues corticales excesivos y surcos muy poco profundos.
El estado de la enfermedad era tan severo que el pequeño bebé no habría podido sobrevivir o tener ningún tipo de calidad de vida fuera del vientre. Trágicamente a las 33 semanas de vida, el corazón del pequeño Aksel dejó de latir y Sara tuvo que ir a la sala de parto para dar a luz a su bebé ya muerto. No hay nada más duro que un parto silencioso.
Sara y su esposo Tim le pidieron a una fotógrafa que capturara el nacimiento de su hijo, desde el momento en que entró en las labores de parto hasta el funeral, incluyendo su autopsia. Sara dijo: “Yo quería un hermoso parto y aunque ya sabíamos cuál sería el resultado, todavía deseaba capturar esos emotivos momentos”.
Todo fue muy traumático. La peor parte fue cuando estaba empujado. Aksel ya estaba a punto de salir, pero su pequeño cuerpo volvió a entrar. Fue muy doloroso y empecé a llorar desconsoladamente, era como si mi cuerpo quisiera empujar pero mi corazón no quería dejarlo salir”, narró.
La pobre Sara nunca había sentido una cantidad tan abrumadora de emociones en un solo momento.
Toda mi familia pudo verlo y decirle adiós a Aksel. Dejarlo ir ha sido lo más difícil que hemos tenido que hacer en nuestras vidas”.
Sin duda este fue un momento muy doloroso para Sara y Tim. Una bienvenida y despedida dura pero llena de amor. Comparte su enseñanza, son unos padres maravillosos.