A veces las emociones nos ganan en el momento crucial de decidir si le damos otra oportunidad a alguien, ya sea en una relación de pareja o de amistad. Desde pequeños tenemos que tomar decisiones de este tipo y muchas veces te han fallado personas muy importantes para ti que pensabas que estarían a tu lado toda la vida. Después de leer este texto te darás cuenta de que las segundas oportunidades no son la mejor idea.
La vida poco a poco me ha enseñado que la confianza NO SE REGALA. No es algo que se pueda comprar. Desde pequeñita he sentido el dolor de la traición o del engaño de un gran amigo o de un ser querido.
Mi madre siempre me lo decía: «La mejor amiga y la que nunca te fallará es tu madre». Cuanta razón tenía… Con el tiempo me di cuenta de que no perdí nada porque ahora mi vida es mejor. A veces puedes echar de menos a esa persona que fue tan importante y piensas en ella en momentos puntuales. Pero ese dolor es mucho menor al que me causó en su día. No hay nada peor que sentirse traicionado.
Por eso he decidido que no voy a dar segundas oportunidades nunca más. La primera vez no lo esperaba, es una puñalada por la espalda totalmente desprevenida. Pero si ofrezco una segunda oportunidad y vuelven a fallarme, la culpa ya es mía y todavía te sientes aún peor.
La gente capaz de hacerle daño a las personas que están cerca y los quieren, son gente tóxica que tiene que estar lo más lejos posible.
No tiene sentido que perdone a alguien si no se puede olvidar lo que me hizo. Al igual que casi todas las personas tengo una fantástica memoria y no olvido una traición. Las personas dicen que «Debemos perdonar y olvidar» pero yo no creo en eso.
Estoy segura de que hay alguien esperando a que le de una oportunidad, pero con los años he aprendido muchas cosas y ese tren ya ha pasado.
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