Uno de los momentos más ansiados en la vida de todo aquel que ha tenido la dicha de tener hijos es, sin lugar a dudas, cuando finalmente tienes la oportunidad de conocer a tu bebé: poder verlo, tocarlo, besarlo, apretarlo y decirle cuánto lo amas.
Esto es algo con lo que Imogen Perk, una mamá de 35 años de Gold Coast, Australia, soñaba desde el día que descubrió que estaba embarazada de su segundo bebé. No obstante, la vida no le alcanzó para recibir a su pequeña.
A principios de este mes, cuando aún faltaban 4 semanas para que su embarazo llegara a término, Imogen tuvo que ser llevada de urgencia al hospital debido a una infección de oído que le produjo una fatal inflamación cerebral. Temiendo lo peor, los médicos se apresuraron a practicarle una cesárea.
Así llegó Eleanor al mundo, un mes antes de tiempo, y respirando con dificultad, aunque estable y con un excelente pronóstico. Sin embargo, la suerte de su mamá fue muy distinta. Imogen no sobrevivió a la cesárea y partió dejando huérfana a su nueva bebé, y a su pequeño JB de apenas 17 meses.
Los exámenes de sangre confirmaron que Imogen había muerto de meningitis por neumococo, una bacteria sumamente peligrosa que suele provocar otitis en los niños pequeños, desencadenando luego en complicaciones mucho más serias. Por esta razón, se cree que es posible que la infección la haya tomado de su bebé de 17 meses, quien justamente había estado enfermo unos días antes que su mamá.
La bacteria del neumococo puede transmitirse por gotas infectadas esparcidas en el aire o también por contacto con una persona infectada.
Actualmente, en Australia el neumococo ha sido controlado gracias a una vacuna que forma parte del National Immunisation Program Schedule y que debe ser suministrada a los bebés a los 2, 4 y 6 meses. No obstante, el pequeño JB no estaba vacunado aún contra esta mortal infección.
En Australia se registraron 154 muertes por neumococo tan solo en el 2004, un año antes de que la vacuna llegara a los centros de salud.
Destrozado, el esposo y ahora viudo de Imogen, John, asegura que la llegada al mundo de su hija fue un episodio de fuertes emociones encontradas: «Era como sentirlo todo a la vez: preocupación, tristeza, alegría. Todo al mismo tiempo». Asimismo, este amoroso papá agradece que JB aún es muy pequeño como para comprender la magnitud de lo que ha ocurrido.
«Ayer, justamente, señaló con el dedo a su mamá en una foto y se sonreía, pero no entiende que ella ya no volverá. En nuestra primera noche solos en casa nos perseguimos por toda la sala, jugando… La vida continúa, después de todo«.
Por su parte, una amiga de la familia ha abierto una campaña de recolección de fondos con el objetivo de ayudar a John a superar esta tragedia. Para leer más sobre la historia de Imogen o realizar algún aporte económico, puedes hacer clic aquí.
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