Generalmente damos por sentado ciertas acciones que deberíamos valorar como un regalo extraordinario, tal como poder disfrutar de nuestros sentidos y expresarnos con libertad.
Hay personas que darían lo que fuera por poder ver, sentir el aroma de la luvia, escuchar la voz de sus seres queridos o simplemente sonreír.
Para Isatu sonreír se volvió imposible desde que un tumor se desarrolló en su mandíbula y creció vertiginosamente. Ella tenía 10 años cuando un bulto comenzó a ocupar la mitad de su rostro.
Se trataba de un tumor conocido como ameloblastoma que empujaba su lengua hacia su garganta.
Además del dolor y las molestias que causaban su condición, tenía que enfrentarse a los comentarios negativos y miradas imprudentes de quienes la señalaban por su apariencia.
“Cuando camino por la calle me cubro el rostro porque la gente me mira con asombro e incluso se ríen de mí, me hacen llorar”, dijo Isatu.
La mujer de 27 años solía llorar a solas mientras se lamentaba por vivir con esa afección sin poder tener los medios para someterse a un tratamiento. Ni siquiera podía sonreír.
Estaba desesperada por encontrar una solución, así que caminó 321 kilómetros desde su casa en Sierra Leona hasta Guinea para dirigirse al Hospital Mercy Ships. Viajó con su cuñada y su bebé para pedir ayuda.
Había escuchado que este centro de salud ofrecía ayuda a personas pobres en Guinea, se fundó en 1978 con el apoyo de una fundación que trabaja en más de 70 países para ayudar a defender el derecho a la salud de millones de personas desfavorecidas alrededor del mundo.
Finalmente, después de que estudiaran su caso su cirugía fue autorizada. El doctor Gary Parker, jefe de cirugía maxilofacial, aseguró que, aunque el tumor de Isatu era benigno igual representaba un gran riesgo.
“Puede sofocarla hasta asfixiarla porque empuja la lengua hacia la garganta, lo que podría obstruir permanentemente las vías respiratorias”, explicó el doctor Parker.
Fue sometida a tres operaciones para extirparle el tumor, reemplazar su mandíbula y suavizar su piel a través de un procedimiento estético.
En septiembre del año pasado Isatu fue operada para extraer el tumor, la intervención duró cinco horas. Le colocaron prótesis de titanio en su mandíbula.
Afortunadamente, el resultado de la operación fue exitoso.
Una enfermera, Blaire Scmleberg, recordó el emotivo momento en el que Isatu vio por primera vez su nuevo rostro.
“Mientras miraba su reflejo en el espejo estaba totalmente asombrada, era como si pudiera ver un futuro completamente nuevo. Y a pesar de la inflamación de la cirugía su sonrisa brillaba”, relató Blaire.
“Ver eso en una persona que entró tan callada, tímida y asustada y que ahora es feliz con ella misma, es como ver nacer a una nueva persona”, agregó la enfermera.
Finalmente, Isatu pudo sonreír después de más de dos décadas sin hacerlo. Y no solamente era capaz de hacer el gesto con su rostro, sentía que tenía motivos para ser feliz.
Después de tres meses de la primera operación, Isatu regresó al hospital para que reemplazaran el implante de titanio de su mandíbula por el injerto de un hueso en su cresta ilíaca tras extraer un hueso de su pelvis.
A principios de este año volvió a entrar al quirófano para someterse a un procedimiento estético con el objetivo de suavizar el exceso de piel que dejó la extirpación del tumor.
Durante el tratamiento y recuperación de Isatu un grupo de enfermeras voluntarias le ofrecieron su apoyo, permanecieron siempre a su lado ayudándola incluso a cuidar a su hijo.
Después de la tormenta siempre sale el sol, gracias a la solidaridad de muchas personas que luchan por ayudar a los más vulnerables, Isatu recuperó su sonrisa.
Ahora su historia se convertido en una inspiración para miles de personas, vale la pena compartirla.