La salida de Christine Young hacia su trabajo ese día estuvo marcada por el beso de despedida, que como siempre, le dio a su perro Petey. No tenía idea de que sería la última vez que lo haría.
Al describir lo que sucedió posteriormente, no pudo evitar que su voz se quebrara y que sus ojos se llenaran de lágrimas. Pero es que solamente quienes han sufrido la pérdida de una mascota pueden comprender el dolor tan intenso que esto supone.
Cuando Christian, su prometido, regresó a casa después del trabajo, notó con extrañeza que Petey no lo estaba esperando en la puerta como acostumbraba hacerlo.
Al adentrarse unos metros más, encontró el lamentable cuadro del robusto animal yaciendo sin vida en el piso del departamento, con su cabeza metida en una bolsa.
La dolorosa situación lamentablemente es bastante común. Muchas mascotas, al quedarse solas en casa, comienzan a husmear, buscando alguna chuchería con la cual paliar la ansiedad que suele producirles la ausencia de sus humanos.
Al encontrar algo, lo ingieren con tal energía que suelen quedar atrapados en las bolsas plásticas donde está el contenido, y al tratar de salir comienzan a inhalar fuertemente, provocando que la bolsa se adhiera con más fuerza a su cabeza y ocasione la asfixia.
Christine manifiesta sentirse extremadamente culpable por haber dejado la bolsa de patitas fritas fuera de la alacena y es por ello que ha decidido compartir lo sucedido para evitar que otros sufran la terrible experiencia que a ellos les correspondió enfrentar.
Lo ocurrido con Petey sucede con el 90% de los casos de asfixia en mascotas, ocurre con bolsas de papas fritas, palomitas de maíz e incluso bolsas de alimento para mascotas.
Además, es impresionante lo rápido que puede desencadenarse un desenlace fatal, ya que solo bastan 3 minutos para que el oxígeno deje de llegar al cerebro de una manera adecuada.
Inmersa en su gran dolor, Christine hace un llamado de alerta a los dueños de mascotas sobre la supervisión y cuidado que deben mantener en el entorno donde se desenvuelven sus pequeños peludos y agradece a la vida la oportunidad de haber conocido el amor genuino que ellos nos brindan.
Por otra parte, comparte con todos una reflexión que le ha servido de consuelo en momentos tan difíciles: “Los perros vienen a nuestras vidas para enseñarnos cómo amar, y se alejan de nuestras vidas para enseñarnos sobre la pérdida. Y hasta que no hayas amado a un perro de esta manera, parte de tu alma permanece sin despertar”.
«Entonces, a pesar de que estamos desconsolados, estamos tan agradecidos de que nos lo hayan enviado para despertar nuestras almas por completo”, finaliza.
Esperamos que esta lamentable historia te haya servido para prevenir. Por favor compártela y hazla llegar a más personas, así evitaremos más tragedias.