Loran Denison, de 27 años, estaba en la semana 15 de embarazo de su cuarto hijo cuando el médico le dio un diagnóstico tan devastador como implacable: su bebé tenía una rara enfermedad genética con muy poca esperanza de vida.
Loran y su pareja Scott, de 35 años, se vieron obligados a tomar la decisión más dura de su vida: interrumpir el embarazo.
A la joven del Reino Unido le dieron una pastilla que en principio frenaría el desarrollo del feto, sus latidos y su vida. Dos días después tendría que acudir al hospital para que le indujeran el parto y le extrajeran a su bebé ya sin vida, de forma quirúrgica.
Loran y Scott, aunque estaban devastados por lo que se venía, ya habían llamado a su hijo Kiyo Bleu, pero jamás imaginaron que el aborto resultaría fallido. Lo que vivieron después Loran lo describen como «la más horrible tortura».
El aborto falló y Loran dio a luz a un bebé vivo de 150 gramos
Cuando Scott tomó en sus manos ese frágil soplo de vida que era su hijo, se quedó atónito y exclamó alarmado:
«¡Su corazón está latiendo!»
Los médicos le dijeron que eso era imposible. Aun así, Scott no se equivocaba. Kiyo estaba allí vivo, como el recordatorio más fuerte de que no hay nada que podamos hacer contra el destino. Y sus padres, con un mar de sentimientos encontrados, tuvieron el privilegio de disfrutarlo, aunque fuera por pocas horas.
Loran tuvo que atravesar la amarga experiencia de ver cómo la vida de su bebé se iba apagando, y 10 horas después se despidió para siempre de Kiyo.
«Me alegro de haber pasado ese poco de tiempo con él, pero también hizo que la situación fuera mucho más difícil. Mi hijo tenía un corazón de león», dijo la mujer.
“Tuve que ver cómo sus latidos se volvían más lentos y ver cómo se le escapaba la vida. Lo único que quieres es mantener con vida a tus hijos», agregó. “Los latidos de su corazón eran tan fuertes que podías sentirlo. Si hubiera sabido que él nacería vivo, probablemente habría tomado una decisión diferente», se lamentó.
Loran dijo que los médicos cometieron el error de no comprobar los latidos del bebé antes de inducirle el parto. «No tengo palabras para describir lo horrible que fue», recuerda bastante desolada.
«Pensé que había tomado la decisión más difícil cuando decidí abortar, pero ahora se siente diez veces peor. Solo quiero que otras mamás sepan en caso de que les pase esto», continuó.
La mujer aseguró ante los medios que la culpa la carcome, ya que se enteró que hay personas con esta enfermedad que sobrevivieron hasta los 40 años y que tendría que haber tenido esperanzas.
Sin embargo, a pesar de todo, el haberlo tenido con vida, fue como un regalo del Cielo, así que pudieron bautizarlo y bendecirlo en el hospital, cuando todavía latía su corazón.
¿Qué es el síndrome de Edwards?
El síndrome de Edwards, también conocido como trisomía 18, es una alteración genética que consiste en tener una tercera copia del material del cromosoma 18, en lugar de las dos copias normales que tenemos todos los humanos.
Afecta al desarrollo normal del niño, ocasionando dificultades de aprendizaje, problemas cardíacos, respiratorios, renales o gastrointestinales. Muchos nacen con retraso mental y con problemas que arriesgan gravemente el resto de órganos. Se presenta en 1 de cada 6.000 nacimientos y es tres veces más común en niñas que en niños.
La mayoría de los bebés nacidos con síndrome de Edwards mueren antes o poco después de nacer, o a una edad temprana, y solo 13 de cada 100 vivirán después de su primer cumpleaños.
De forma muy excepcional, algunos han llegado a la adolescencia, aunque no se pueden hacer predicciones precisas acerca de la expectativa de vida de estos niños. Eso dependerá de los órganos que han quedado afectados por la trisomía, pero en última instancia ningún médico puede asegurar lo que sucederá con un bebé así.
Ninguna mujer está preparada para despedirse de su bebé de esa manera tan desgarradora. ¿Qué habrías hecho en el lugar de Loran? Enviémosle un mensaje de aliento para ayudarla a sobrellevar su dolor. ¡Comparte!