Tal vez, muchos de nosotros, cansados del ajetreo diario de las ciudades, hemos tenido alguna vez la fantasía de escapar de todo ello y aislarnos en una isla desierta y paradisíaca donde nadie nos moleste, al mejor estilo de Robinson Crusoe, famoso personaje nacido de la pluma de Daniel Defoe.
Pues bien, los hay de los que van más allá de ese momento de ensueño y trabajan para hacerlo una realidad. Tal es el caso Mauro Morandi, un caballero otoñal de 81 años, quien se mudó a Budelli, al norte de Cerdeña, en 1989, y se quedó durante más de tres décadas como único habitante de aquellos tibios parajes.
Rodeado de las rosáceas arenas de las playas de una de las islas que componen el archipiélago de La Maddalena, vivió Mauro tranquila y despreocupadamente, hasta que el año pasado le informaron que tendría que desalojar el lugar donde fue tan feliz.
Pero, ¿Cuáles fueron las verdaderas razones que llevaron a Morandi a alojarse allí? Muy fácil. Según el exprofesor de educación física de Módena cuenta, siempre fue un poco rebelde. Un buen día se hartó de las injusticias sociales, el consumismo y el empeoramiento de la situación política en Italia
«Decidí mudarme a una isla desierta en la Polinesia, lejos de toda civilización. Quería empezar una nueva vida mucho más cerca de la naturaleza«, manifestó.
Junto con un grupo de camaradas, Morandi adquirió un viejo catamarán. Entre todos lo remodelaron, pero no les quedó dinero suficiente como para hacerse a la mar tal como lo deseaban.
Entonces, eligieron un destino más factible y llegaron al archipiélago de la Maddalena, con la finalidad de trabajar y ganar algo de dinero para financiar su aventura.
Sin embargo, cuando descendieron de la embarcación y vieron aquellas arenas del color del amanecer, quedaron prendados de aquel panorama. Posteriormente, conocieron al guardián de la isla, quien estaba por jubilarse en dos días.
Ni corto ni perezoso, Morandi aprovechó para optar por el puesto y le preguntó emocionado al antiguo encargado del lugar si creía que él pudiese suplantarlo. La respuesta fue afirmativa y, desde entonces Morandi se convirtió en el protector de la isla y el principal guía para los turistas.
«¿Crees que podría ocupar tu lugar? Encontré mi propia Polinesia a las puertas de mi casa», le dijo Morandi.
No fue sino hasta 1994 cuando Budelli cerró sus puertas al público. Antes se podía acceder a ella, pero, por decisión del gobierno italiano, fue reconocida como Parque Nacional.
En la actualidad, tan solo un pequeño número de privilegiados puede ir por el día a disfrutar de aquella arena maravillosa y tan característica de la isla, que incluso antes los visitantes se llevaban como recuerdo, causando daños al ecosistema.
En 2020, el presidente del Parque Nacional de La Magdalena, Fabrizio Fonnesu, acusó abiertamente a Morandi de haber alterado ilegalmente la cabaña donde residía, antigua sede de una radio de la época de la Segunda Guerra Mundial.
Los intentos por echarle fueron respondidos con más de 70.000 firmas en Change.org, para pedir al gobierno italiano que le dejaran quedarse. No obstante, las presiones hacia Morandi continuaron y, finalmente, decidió marcharse.
En declaraciones hechas a los medios de comunicación, el abuelo con alma de Robinson Crusoe aseguró que se mudaría a una isla cercana en el mismo archipiélago. Por fortuna, su vida no cambiará demasiado y seguirá respirando el aire marino.
Su historia ha captado la atención de miles de personas, no te vayas sin compartirla.