La experiencia de ser maestro se disfruta y se padece, se inventa y se reinventa, tiene dimensión de historicidad, pero también de futuro. La labor no es tan fácil como muchos creen.
Esta profesión conlleva responsabilidad, profesionalismo, sensibilidad y comprensión para cubrir las necesidades de aprendizaje de los alumnos.
Existen personas como Guillermo Trujillo, un profesor de matemáticas y otras asignaturas científicas quien, en el otoño de su vida, jubilado y con tiempo libre, decidió dedicar algunas horas diarias a brindar apoyo a los escolares más vulnerables de los primeros cursos de su enseñanza básica.
El maestro Guillermo Trujillo no se cansa de enseñar. Con 80 abriles continúa ofreciendo sus servicios de mentor a alumnos de varios niveles. “Memo”, como es cariñosamente conocido se volvió viral al aparecer en una fotografía junto a un cartel en el que detalla las materias que domina.
Álgebra, aritmética, cálculo diferencial, trigonometría y geometría analítica, pero también apoya en física y química. Fungió como parte importante del cuerpo de profesores en varias instituciones académicas, antes de comenzar dar sus clases de manera particular
Sin embargo, un día, mientras iba a la casa de uno de sus alumnos, cayó por accidente en un alcantarillado y, del golpe, comenzó a perder la visión en su ojo izquierdo. Ahora el octogenario dicta sus clases en su casa de Iztacalco, en la Ciudad de México, a los alumnos que necesiten ayuda en cualquiera de las cátedras antes mencionadas.
Por su parte, su hija Silvia dice que tiene la capacidad de orientar a estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria. Estos son los niveles en los que se especializa, pero también ha preparado jóvenes prospectos para entrar a la universidad.
“Toda su vida ha enseñado en los niveles primario y medio de educación, sin embargo, son varios los alumnos que hoy son universitarios, gracias a él”, afirmó Silvia.
Pero, ahora, debido a la pandemia de coronavirus que ha erosionado todos los sectores de la sociedad, siendo el educativo uno de los más afectados, las cosas se han puesto difíciles para Guillermo.
Su plantilla de alumnos ha disminuido considerablemente. Sin embargo, no pierde su sonrisa amable y recibe a los pocos privilegiados que le quedan con el mismo gusto que un padre recibe todos los días a sus hijos en casa.
“Es muy amable y tiene una memoria increíble. Me ha ayudado mucho con mi tarea de matemáticas”, dijo uno de sus pupilos.
Maestros como Guillermo son aquellas personas que, sin importar la edad que tengan, buscan, no solo la enseñanza y el aprendizaje de sus estudiantes, sino formar en ellos su capacidad de crítica y de transformación.
Pero, además, la tarea de educar debe asumirse como un apostolado, porque es una carrera de vida, que demanda muchos compromisos. Estar en constante actualización, planear las clases, revisar las tareas y, lo más importante: conocer el contexto de sus alumnos, cuidar de su imagen ante la sociedad y amarlos como a sus hijos.
Educar es la mejor herramienta de transformación social. Pero, también tiene que ver con cosas menos terrenales, resulta una gran oportunidad para aprender de la sabiduría de los más pequeños. Cuéntanos de aquel maestro que te toco el corazón para siempre y comparte esta historia.