Para algunos, la práctica de sacarse los granitos de la cara en pareja es una manía poco menos que repugnante.
Sin embargo, un estudio realizado por la Universidad de Wisconsin con 100 parejas que durante diez años se extrajeron barros y espinillas con relativa frecuencia, y un grupo conformado por igual número de uniones que rechazaba esta práctica, permitió concluir que las del primer grupo no solo demostraron ser más felices, sino que el promedio de duración de estas relaciones fue 45% superior al de la contraparte.
Según explicó el psicoterapeuta Matt Traube, la extracción de los granos produce un efecto mental agradable que se relaciona con la felicidad por la liberación de dopamina.
“Para muchas personas, hay una satisfacción maravillosa que proviene de hacer estallar un grano: es casi eufórico”, explica Traube, quien además afirma que la liberación de dopamina en nuestro cerebro, nos hace más felices (excepto a la víctima del pellizco).
“Tan desagradable como podría parecerle a algunos, que elijas específicamente las espinillas de tu pareja, eso muestra una cierta cercanía y un vínculo especial entre tú y tu pareja”, afirmó el psicoterapeuta.
Pero si por el contrario la retroalimentación de la pareja es un poco más vacilante, “no sé cuánto me gusta”, y sin embargo, la otra persona todavía está a favor de hacerlo, no es una buena forma de ayudar a la pareja, sino que más bien responde a una necesidad interna de la persona, a un impulso.
Independientemente de la forma, los lazos se crean y se refuerzan a través del contacto, las conversaciones, las relaciones y las experiencias compartidas. A medida que la relación avanza, todos estos vínculos se desarrollan al mismo tiempo y se superponen unos a otros. Estos son los nexos que pueden soportar cualquier contratiempo.
Comparte este insólito descubrimiento con todos tus amigos. No olvides que en una relación auténtica, vas uniendo fragmentos de ti a los de la otra persona día tras día. Vas atando cabos y creando nudos cada vez más fuertes.