Alguna vez en nuestras vidas nos vemos en la necesidad de someternos a una intervención quirúrgica de menor o mayor complejidad. Es posible que no nos agrade mucho la idea, y agotemos los medios para evitarlo, en caso de que sea posible.
Pero hay casos donde el miedo al bisturí lleva a conductas sorprendentes como el de un pequeño niño indonesio que huyó despavorido de una inminente circuncisión.
La circuncisión es una cirugía muy utilizada tanto por razones médicas como culturales.
En indonesia, por ser un país mayoritariamente musulmán, la circuncisión es una práctica ampliamente aceptada. Incluso se realizan en masa, casi siempre como actos públicos dentro de la tradición de la ley islámica.
Un niño indonesio de unos cinco años, fue trasladado por sus padres al médico para que le practicaran el acostumbrado procedimiento, y así cumplir con su ritual religioso.
Es de imaginar que para el pequeño no era del todo agradable escuchar lo que la doctora hablaba con sus padres, el miedo se iba apoderando de él.
En su humano e infantil criterio, las palabras “cortar” y “partes intimas” jamás deberían estar juntas, y a pesar de las razonadas explicaciones científico religiosas sustentadas por la doctora, en los términos del infante todo se reducía a que cortarían su órgano.
No había más que pensar, era en ese momento o nunca, y fue así como el asustado paciente salió despavorido del consultorio, ante la sorpresa de todos los presentes que no se esperaban tal reacción.
En su huida logró llegar al techo del establecimiento médico, y allí permaneció durante dos horas mientras los padres y el personal lo buscaban desesperadamente. De algo estaba seguro, no quería ser otro niño circuncidado.
La imagen de esta insólita peripecia infantil fue subida a las redes sociales por Anik Sutari, una de las doctoras a cargo, la galena jamás había presenciado un escape como este.
“A lo largo de mi historia profesional, durante 20 años he estado haciendo circuncisiones a miles de niños, pero esta es la primera vez que veo a uno huir a la cima del techo”, comentó la sorprendida especialista.
Fue así que los padres y las doctoras se vieron en la necesidad de solicitar la ayuda de un profesor, con quien el pequeño se llevaba muy bien, para que lo persuadiera de bajarse del techo y poder llevar a cabo la intervención.
Afortunadamente, el amigable docente logró el cometido, el niño bajó y prestó la colaboración que se le exigía.
“Tan pronto como llegó el maestro, con un poco de persuasión, finalmente el niño quiso bajar … Y aún más mágico, el niño caminó a la clínica de circuncisión y se colocó en posición para el procedimiento, sin ser guiado ni forzado”, afirmó la doctora.
A partir de allí todo fluyó, el resignado paciente se comportó muy bien, no hubo nada de llantos y felizmente se logró el objetivo.
Probablemente, después de este azaroso incidente blindaron las puertas que dan acceso al techo en el consultorio médico de la Doctora Anik Sutari.
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