Isabel Martínez, de 85 años, vivía en la Residencia Montesalud de Las Rozas en Madrid, tenía Alzheimer, su familia les confió a los profesionales de la institución su bienestar.
Pero lamentablemente terminaron devastados tras ser víctimas de un terrible caso de negligencia.
Isabel se escapó de la residencia sin que nadie lo notara, las cámaras de seguridad grabaron cómo salió por la puerta principal. Habían transcurrido dos horas cuando el personal alertó a los familiares y a la policía.
No era la primera vez que Isabel huía del recinto, pero esta tendría un desenlace fatal.
El día siguiente por la mañana fue encontrada sin vida entre unas zarzas, murió congelada el pasado 18 de enero.
Ese día un mensajero de la compañía MRW se presentó en la residencia para entregar un paquete. Entró en la recepción y la puerta principal se quedó abierta. Isabel pasaba por ahí en ese momento a pesar de que se supone que no podía transitar por ese lugar.
Según lo que grabaron las cámaras de seguridad, ella salió a la calle.
Isabel, su hija, relató: “Nos llamaron para decirnos que no nos asustáramos, que no pasaba nada. Solo que no la encontraban y pensaban que se había escapado”.
La hija de la señora fallecida, que vive en Carabanchel, Madrid, se acercó a la residencia de inmediato aterrorizada, ni siquiera pudo participar en las labores de búsqueda.
“Ella estaba muy viejita, temía que un día me llamaran para decirme que había fallecido. Casi todos los días íbamos a visitarla mi hermano, mi hijo o yo”, dijo Isabel.
Cuando cayó la noche, los agentes de la Guardia Civil detuvieron la búsqueda. La policía siguió, algunos agentes rompían en llanto, les decían a los familiares que eso no se podía quedar así.
“Nos instaban a denunciar, estaban conmovidos. Nos fuimos a casa, a no dormir. No le deseo a nadie ese infierno. No se lo deseo a nadie”, relató Isabel.
A las 10:30 de la mañana del viernes 19 de enero, el cuerpo de Isabel fue encontrado entre unas zarzas apenas a un par de kilómetros de la residencia. Tenía heridas en el rostro, y síntomas de congelación.
El caso de Isabel desató una discusión sobre la precariedad que sufren las residencias de mayores en España. Miguel Vázquez, vocero de la Plataforma por la Dignidad de las Personas Mayores en las Residencias, dijo:
“El problema es de inversión, sobre todo de personas, en España se permite un ratio de 0,47 trabajadores por cada residente. Los sueldos son muy bajos y la rotación es enorme, los trabajadores no aguantan mucho en un sitio”.
El 73% de las plazas en las residencias de mayores son privadas. En España hay 8.9 millones de habitantes mayores de 64 años y se estima que en el año 2040 la cifra ascienda a 14 millones.
Según Vázquez, el estado está en la obligación, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud de disponer de un 5% de las plazas de las residencias para sus mayores.
Isabel se convirtió en una niña desde que fue diagnosticada con Alzheimer, su condición empeoraba cada vez más. Sus hijos y su nieto se ocuparon de su cuidado, pero con el tiempo exigía más atención y preparación. Ella se negaba a aceptar la ayuda para realizar tareas diarias como bañarse y se enfadaba con su familia, incluso llegando a amenazarlos o agredirlos.
Así que acordaron que lo mejor era que permaneciera en una residencia. Isabel, su hija, de 55 años, limpia casas por horas, su hijo, de 23 años está en paro. Y su hermano, también tiene una situación familiar complicada, incluso su suegra padece Alzheimer.
Pagar la residencia resultaba complicado, hasta que un juez determinó la incapacidad de Isabel, no pudieron acceder a una ayuda pública porque sus hijos debían comprobar con el padrón que vivían en el mismo domicilio.
Finalmente, la ingresaron en la residencia e Isabel estaba satisfecha con el trato que recibía su madre. Ella le decía que trabajaba en un hotel, doblaba la ropa una y otra vez, y le permitían ir por las habitaciones cogiendo objetos que distribuía ella.
“Íbamos a verla varios días a la semana y a horas distintas para ver cómo estaba de verdad. Pedía que la peinaran cada día porque no podía hacerlo por sí misma. Una vez reclamé que no le habían puesto sujetador”, dijo Isabel.
Un día llegó y su madre estaba sola en la habitación mientras los demás pintaban abajo, el personal alegó que ella no quería participar. Isabel reclamó que no le ofrecían otra actividad, daba la impresión de que estaban justos de personal.
En los últimos meses, la anciana fallecida le había confesado a su hija que había salido varias veces a dar una vuelta, ella pensó que no era cierto y que las afirmaciones se debían al Alzheimer.
Después de su muerte, el director de la residencia confesó a la Policía que Isabel había salido a la calle más de una vez.
En la residencia donde vivía Isabel tenían 32 empleados en el turno de mañana y 19 en el turno de la tarde para atender a 150 residentes.
Las residencias se quejan de que el estado les paga entre 80 y 50 euros por las plazas, aseguran que en ningún hostal solo por dormir se paga tampoco y ellos ofrecen alimentos, fisioterapia, gimnasia, actividades artísticas y el alojamiento.
Isabel denunció a la residencia por homicidio imprudente. Reclama una indemnización de 55 mil euros.
No deja de recordar a su madre, “solo se tranquilizaba cuando me daba la mano. Era la única persona a la que reconocía solamente al verla. Necesitaba darme la mano siempre”, dijo Isabel.
Los mayores son seres vulnerables, dependientes, tienen necesidades especiales que necesitan ser atendidas de la mejor forma para ofrecerles la calidad de vida que merecen en sus últimos años. Comparte este caso.