María de los Ángeles Walter, de 40 años, y Héctor Trejo de 59 empezaron una relación amorosa cuando él, médico, la conoció hace dos décadas mientras ella trabajaba frente a un hospital.
Él se había divorciado y tenía una hija, ella provenía de una familia numerosa, de ocho hermanos, y vivía en situación de pobreza. Aspiraba terminar de estudiar la secundaria para trabajar como niñera.
A pesar de sus diferencias, el amor prevaleció, y siguen juntos tras formar una hermosa familia. Cuando María y Héctor quisieron tener hijos se enfrentaron con un diagnóstico devastador, ella tenía endometriosis y menopausia precoz. Durante cinco años intentaron convertirse en padres sin éxito.
Ella se dedicaba a cuidar a 17 perros rescatados, los curaba, se ocupaba de ellos para darles la oportunidad de tener un hogar. Además, era empleada doméstica en dos casas.
Héctor trabaja en el Hospital de Suichapa, un día le comentó a María sobre una niña que habían abandonado y que trasladarían a una casa hogar, fue a conocerla y se ofrecieron a ser su familia de acogida.
La pequeña Milagros tenía un trastorno llamado enfermedad de Vacterl, una asociación de malformaciones congénitas. La niña nació sin su pierna izquierda.
En el juzgado les explicaron a María y Héctor que necesitaban una familia de acogida que velara por ella hasta que alguien inscrito en el registro de solicitudes de adopción se ofreciera a ser su familia definitiva. Si aceptaban cuidarla para evitar que fuera a una casa hogar renunciaban al derecho de adoptarla.
“Cuando llegué a casa me quedé mirando a los perros. Por acá pasaron más de 200 canes que fueron adoptados, pero hubo dos a los que nadie quiso porque tienen cáncer de piel. Todos se compadecían diciendo que algún día hallarían a una familia que las quisiera”, relató María.
Ella se imaginó a Milagros en la casa hogar y recreó la misma situación, pensó que lo único que dirían de ella era: ‘Pobre, ya encontrará alguna familia que la quiera’”.
María no podía conciliar el sueño pensando en Milagros, estaba determinada a convertirse en su madre de acogida, aunque después no pudiera adoptarla.
Milagros había pasado la mayor parte de su vida en un hospital, la sometieron a tres cirugías para salvar su vida. No tenía ano y encontraron una fístula traqueoesofágica, según Héctor, los dos trastornos son incompatibles con la vida.
La operaron por primera vez para que pudiera eliminar sus desechos, aun usa pañales. Además, necesitó otra cirugía para evitar que los alimentos que consumía fueran a las vías respiratorias.
Finalmente, la tercera operación tenía el objetivo de eliminar un pequeño muñón parásito que le había crecido cerca de la pelvis, así como un dedo que tenía demás en su mano derecha.
Una de las veces que Milagros ingresó al hospital estaba deshidratada, en esa oportunidad no le permitieron a su madre biológica llevársela a casa al recibir el alta médica. Estuvo un año ingresada en el hospital, algunos familiares la visitaban ocasionalmente, pero estaba sola, con el cuidado del personal médico.
Hasta que María y Héctor tenían un régimen de visitas, cada vez que María tenía que irse porque terminaba el plazo permitido, la niña se quedaba llorando.
Hasta que el 4 de febrero de 2016 llamaron a María para decirle que fuera al hospital a buscar a Milagros porque habían permitido que fueran su familia de acogida.
Milagros tenía 3 años y medio y apenas pesaba siete kilos, no podía caminar, apenas tenía cabello, solo sabía comer con las manos.
“No sabía lo que era sentarse a comer en familia, ella se quedaba en el suelo”, relató María.
Un mes después Milagros logró caminar, hablaba y expresaba sus emociones. Los servicios sociales le dijeron a María que no se encariñara mucho porque la cuidaría de forma temporal.
Pero cuando citaron a los familiares de Milagros para hacer el último intento de agrupación familiar ninguno de ellos quiso cuidarla.
Así que les preguntaron si querían adoptarla y a la niña con quién quería quedarse. Les otorgaron la custodia permanente con derecho de adopción.
Hace ocho meses Héctor y María recibieron la adopción plena. Su caso acabó con los esquemas de que solo pueden adoptar familias adineradas.
La juez le preguntó a Milagros su nombre y lo dijo seguido de los apellidos de Héctor y María y cuando le preguntó con quién quería vivir los señaló y dijo: “Con papi y mami”.
Milagros tiene siete años, es patinadora, ha participado en competiciones internacionales y tiene muchos amigos en el colegio que disfrutan de su alegría y cariño.
La historia de esta familia le regala al mundo una valiosa lección de amor, no te vayas sin compartirla.