Para muchas personas es fácil salir y realizar algunas compras, llenando su carrito de mercado incluso con cosas que no necesitan. Para otros, es mucho más difícil poder llevar tan solo un producto que se ajuste a su presupuesto.
Es posible que cada vez que vayas al supermercado ni siquiera pienses en el esfuerzo que hizo la otra persona para poder conseguir el dinero que le permitiera obtener productos básicos.
El padre al lado de sus dos hijos no tenía cómo pagar la cuenta.
Sin embargo, hay algunas personas como Sara Fleming que deciden hacer pequeños gestos que hacen la diferencia.
Sara se encontraba realizando algunas compras, después de llenar su carrito de mercado se dirigió a la caja registradora, delante de ella se encontraba un señor que intentaba pagar algunos productos.
Sara vio que al señor la tarjeta le salía rechazada, este le pidió al cajero que sacara algunos productos y volviera a pasar la tarjeta. Una vez más salió negada.
Sara comenta que sintió el llamado de Dios para ayudar a un ciervo en apuros.
El señor en repetidas ocasiones pidió al cajero que sacara más y más productos, el resultado era el mismo, tarjeta negada. El hombre ya estaba comprando lo mínimo, con cara de vergüenza no sabía qué hacer, Sara destaca que se le notaba que necesitaba llevar al menos algunos productos básicos para comer esa noche.
Todo esto sucedía mientras Sara esperaba detrás del señor y las niñas miraban a sus padres sin comprender lo que sucedía.
Mientras esto sucedía Sara se preguntaba mentalmente si las niñas ya habían comido o tenían qué comer cuando llegaran a casa. Incluso se preguntó si era un padre soltero, pudo detallar que en su mano no tenía ningún anillo lo que le hizo creer que sí lo era.
Sara narra que de repente sintió un suave golpe en su espalda y una pequeña descarga eléctrica en su corazón. Sabía qué debía hacer, así que dio un paso adelante y se ofreció a pagar la cuenta del señor.
Nunca le comentó que era cristiana, piensa que Dios los puso en su camino para ayudarlos.
Sara con mucha pena y sin querer avergonzar a un más a la pequeña familia le pidió al cajero que le devolviera todos los productos al señor, ella lo pagaría.
El señor sorprendido miró a sus niños y luego miró a Sara, en cuestión de segundos comenzó a llorar mientras le susurra “no sé cómo agradecerte”. Al borde de las lágrimas ella responde:
Está bien. Yo quería ayudar. Sé que es lo que Dios me dijo que hiciera. Y estado allí”.
Conmovida le dio un abrazo, después de pagar las cuentas se dirigió a su auto donde no pudo contener las lágrimas.
Solo pudo agradecer a Dios por darle la oportunidad de poder ser instrumento de amabilidad y bondad gracias a su misericordia.
No dejes de compartir esta emotiva historia en tus redes y motívate a dar un paso hacia adelante que termine ayudando a quienes más lo necesitan.