La pequeña Callie Griffiths-I’Anson tenía solo 2 añitos cuando sus papitos se vieron obligados a despedirse de ellas. Sus ojitos luminosos se apagaron debido a un procedimiento médico que salió mal y del cual nadie se percató hasta que era demasiado tarde.
Callie era hija de Natalia y Thomas, una pareja de Nueva Gales del Sur, Australia. En diciembre del 2017 la pequeña tomó por accidente un lavaplatos de concentración comercial, mientras pasaba el día en el Hotel Oaklands, donde trabajaba su madre.
En ese instante debió ser trasladada en avión al Royal Children’s Hospital de Melbourne y la pusieron en coma inducido a principios de enero. Después de salir de la UCI, Callie volvió a casa
El peligro parecía haber pasado y la verdadera amenaza sucedió cuando la niña fue llevada a un chequeo hospitalario que incluyó la colocación de una nueva sonda nasogástrica.
Todo parecía marchar bien, salvo el hecho de que Callie estaba sin energía y además había vomitado el mismo día de haber sido sometida al proceso. En ese momento los médicos dijeron que eran síntomas normales.
El panorama de Callie cambió radicalmente a la mañana siguiente, a las 6 am la chica despertó haciendo un gorgoteo y sus padres se apresuraron a entrar en la habitación.
«Hizo un ruido extraño, así que Thomas se acercó, la sentó y yo me levanté rápidamente y encendí la luz. Todo sucedió muy rápido. ‘Thomas le dijo: «¿Estás bien Callie? ¿Estás bien?», recordó entre lágrimas la Sra. Griffiths-I’Anson.
Callie sólo pudo mover ligeramente su cabeza para responder negativamente, antes de cerrar sus ojitos y respirar por última vez en los brazos de su padre.
La abuela de la niña que se encontraba en la casa intentó aplicar reanimación cardiopulmonar pero todo fue en un vano.
Callie fue declarada muerta más tarde en el Hospital de Corowa.
Los estudios realizados a la menor después de su muerte arrojaron un error grave en el procedimiento a la que la habían sometido durante su chequeo.
La sonda había perforado su esófago sin que ninguno de los médicos que la atendieron ese día se diera cuenta.
Ese error le costó la vida a la pequeña dejando devastada a su familia, que ahora sólo quiere evitar que esta tragedia se repita y decidieron hablar públicamente sobre el caso.
«La muerte de Callie fue una tragedia prevenible. Si podemos evitar que una persona pase por esto, valdrá la pena», dijo la Sra. Griffiths-I’Anson.
El dolor de esta familia vuelve a revivir, pues se espera que este año se lleve a cabo una investigación coronaria sobre el caso para determinar de manera específica qué fue lo que salió mal durante el proceso en el Royal Children’s Hospital y evitar así que pueda repetirse.
Cuando se apaga una vida tan joven como la de Callie es una verdadera tragedia, comparte este caso y ayuda a hacer presión para que los médicos sean más cautelosos en estos procedimientos.