Hay veces que preferimos no enterarnos de algo para tratar de evitar el terrible dolor que eso puede causarnos. Y madre e hija en Brasil, no pudieron despedirse ni saber en qué estado se encontraban, su caso produjo un profundo pesar entre sus seres queridos y conocidos.
Se amaban una a la otra
Amanda, de 26 años y su madre Elaine Araújo vivían juntas en Bauru, Sao Paolo. La joven se había graduado como licenciada en Relaciones Públicas, tenía una maestría y trabajaba en una universidad; la madre era jubilada. Las dos eran muy unidas.
En abril Amanda fue con su novio, Raúl de Luca Mosca, a visitar al abuelo de este que estaba enfermo de cáncer en São Paulo, cuando regresaron comenzaron a sentir los primeros síntomas de COVID. Los tres se hicieron la prueba y resultaron positivos. El estado de los tres desmejoró, tuvieron que ser hospitalizados en diferentes hospitales de la ciudad.
Raúl se recuperó y se dedicó a prestar apoyo a las dos mujeres mientras estaban internadas recibiendo tratamiento. A pesar de todos los esfuerzos médicos, y de que madre e hija aun separadas luchaban juntas contra la enfermedad, con casi diez días de diferencia murieron.
“Elaine no sabía de la muerte de su hija Amanda, ya estaba sedada. Y seguí pensando que tal vez era mejor que ella no lo supiera de todos modos. Si volvía bien, sufriría aún más. Ella siempre me dijo que no podía estar sin Amanda. Fue muy complicado. Una no estaba sin la otra”, dijo la periodista Juliana Costa Neves, amiga de Amanda.
Es increíble, las dos mujeres siempre fueron inseparables y fueron empeorando su condición de salud al mismo tiempo. Elaine había perdido a sus padres y desde que tuvo a su hija Amanda, su vida giraba en torno a ella, eran ellas dos ante el mundo.
“Su vida era Amanda. Elaine ya no tenía a sus padres, su familia es de São Paulo, pero eran solo ellas dos y sus amigos. Tal vez fue incluso mejor así, porque el sufrimiento por el que iba a pasar Dios se lo perdonó. Prefiero pensar así”, dijo Raúl, el novio de Amanda.
Ambas eran muy queridas y apreciadas por todos los que las conocían, tenían muchos amigos en común. Sus muertes cayeron como un balde de agua fría sobre los compañeros de la universidad, no podrían creer que les sucediera algo tan triste.
“El momento en que llega la noticia es muy impactante porque convives con una persona después ya no está aquí. Yo estaba muy triste. La gente de nuestra clase en ese momento estaba en shock», expresó Juliana con profundo pesar.
Y de esa manera trágica e inesperada se fueron del mundo para siempre, más que madre e hija, dos grandes amigas. Seguramente en el cielo se encuentran más tranquilas, sin sufrimiento y sonriendo como siempre lo hicieron mientras estuvieron con vida.
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