La vida de las personas sin hogar en las calles puede convertirse en un verdadero calvario, no sólo por todas las necesidades básicas que no llegan a ser cubiertas sino por la soledad y la tristeza en la que viven, sin saber qué les depara el destino.
En esas terribles circunstancias se encontraba un vagabundo de Murfreesboro, Tennessee, en Estados Unidos.
El hombre entró en un local de la cadena de comida rápida Chick-fil-A
Estaba lejos de imaginar que obtendría la sorpresa de su vida. El hombre, que no tenía nada que comer, entró con el fin de que alguien se compadeciera y le diera restos de comida… ¡Pero salió con algo mucho más grande que eso!
En ese momento, Joey Mustain, un padre de tres hijos, se encontraba con su pequeña Stella, mientras se servía un helado. Pudo ver cómo el hombre de aspecto totalmente desaliñado se acercaba a la gente pidiendo algo de comida.
Pero tristemente, también pudo ver cómo era rechazado por muchos debido a su aspecto lamentable: estaba cubierto de barro, tenía el cabello sucio y largo. Y todos mantenían una cierta distancia.
Joey Mustain y su hija Stella
Sin embargo, el vagabundo capturó su atención; era un hombre agradable y no parecía importarle causar cierta repulsión a los clientes mientras confiaba ciegamente que en algún momento el dueño del local saliera y se apiadara de él.
De pronto, sucedió algo que Joey no pudo dejar de capturar con su teléfono por lo inusual. Vio que el dueño del restaurante se acercó al vagabundo, por suerte estaba tan cerca del par que pudo escuchar la increíble propuesta que tenía para hacerle.
Al dueño no le importó su aspecto y se acercó para ofrecerle algo mucho más grande que las sobras de comida.
El dueño le dijo que no le podía dar sobras de comida, se merecía un plato entero de comida caliente, pero con una única condición: que oraran juntos.
A pesar de que el restaurante estaba lleno de clientes y el personal tenía mucho trabajo, el jefe se puso en medio y pidió que todos juntos oraran por el hombre sin hogar.
Después del gesto del dueño del restaurante, ya no había clientes rechazando al vagabundo, puso las manos sobre su hombro y procedió a orar.
Joey se emocionó tanto con el momento que estaba viviendo, que le hizo ver a su hija Stella lo que estaba sucediendo, donaron su comida y se unieron en oración junto al dueño del local.
«Oí el amor en esa oración. El hombre sin hogar no era una mancha intocable para el hombre de negocios. Él fue el motivo por el que la tienda abrió sus puertas esta mañana (o cualquier mañana). Le pedí a Stella que mirara y ella también inclinó la cabeza», escribió Joey en su página de Facebook.
«Entonces me di cuenta de que Chick-fil-A no se limita a hacer negocios con fines de lucro, sino que realmente usan los negocios para dar testimonio. Me encanta dar lecciones de vida a mi hija, y también me encanta estar allí para ver a otros enseñar lecciones de vida«, concluyó.
Es una conmovedora historia que nos engrandece el alma, qué bueno es encontrarse con personas que se apiadan de los más vulnerables de la sociedad. ¡Compártelo!