Andrea Ivonne Monroy es una joven de 28 que se ha visto obligada a vivir la mayor parte del tiempo encerrada en su casa. No puede salir al balcón durante el día, disfrutar de un atardecer o de un acalorado día de verano.
Andrea, padece de una enfermedad poco común que hace que su piel sea sensible a la luz solar.
Andrea es residente de California.
Desde que era solo una niña fue diagnosticada con xeroderma pigmentoso, una extraña afección que padecen uno de cada millón de personas en el mundo.
La Organización Nacional de Enfermedades Raras define la xeroderma pigmentoso como un trastorno cutáneo hereditario poco común que se caracteriza por una mayor sensibilidad a la radiación ultravioleta.
Ha tenido melanomas y muchas células precancerosas.
Es bien sabido que la principal fuente de radiación ultravioleta es el sol, por lo que las personas que padecen este trastorno deben cuidar su piel al extremo y evitar el sol lo más que puedan. Monroy, por lo general sale en la noche, solo en ocasiones sale en el día y es solo para citas médicas.
Siempre se asegura de llevar un medidor solar, protector solar, y la vestimenta adecuada para cubrirse de pies a cabeza.
“Solo salgo durante el día si tengo una cita con el médico, debo usar ropa protectora, incluso se está nublado o lloviendo, tengo que usar mangas largas, sombreros y protector facial”. Dijo Andrea.
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Aunque para Andrea no ha sido fácil enfrentar toda esta situación asegura que está haciendo lo mejor que puede para amarse y aceptarse como es. Al respecto la joven comentó:
“Me ha tomado mucho tiempo, pero he aceptado quien soy. He aceptado mi condición y ya no siento que me pierda nada”.
Si bien Andrea hace todo lo posible para protegerse, ha enfrentado el cáncer piel por 28 veces, su diagnóstico más reciente fue en octubre del 2020.
Solo unos meses atrás se sometió a varias cirugías para extirpar un melanoma. Su condición también la obligó a entrar en la menopausia temprana.
“Mi condición significa que mi cuerpo envejece más rápido y creo que es por eso que comencé a tener sofocos a los 23 años. Me sentí aliviada cuando recibí el diagnóstico cuatro años después, ya que me tranquilizó. Nunca he tenido el deseo de ser madre, por lo que realmente no me afecta”.
Andrea ha enfrentado múltiples cirugías y sigue luchando por su vida. A pesar de que quienes padecen este trastorno tienen una esperanza de vida promedio hasta los 37 años, Andrea es optimista sobre su futuro y toma todas las precauciones necesarias para reducir los riesgos, en su casa tiene todos los vidrios polarizados y cortinas muy gruesas.
“Es difícil tener mi condición y, a veces, siento que no puedo hacerlo más, pero amo mi vida y quiero estar aquí. Estoy agradecida de estar aquí y viva”.
Son muchas las personas que enfrentan batallas completamente solos y en silencio. Seamos empáticos y demostremos gestos de amor que hagan la diferencia.
Todos merecen conocer a esta valiente joven. Demostremos nuestra admiración y respeto ayudando a difundir esta historia. ¡Comparte!