Existen testimonios definitivamente conmovedores que narran una vida de emociones al límite poniendo al desnudo el alma de alguien que ha tenido que hacer frente a las más duras adversidades.
Es el caso de Gabriela Arias Uriburu, una mujer valiente que vivió un verdadero calvario en el 1977 cuando su esposo le arrebató sus 3 hijos e ilegalmente se los llevó a Jordania. Tras años de intensa y constante lucha logró rencontrase con sus hijos. Desde ese 10 de diciembre de 1977 la vida de esta mujer cambió para siempre.
Su duro camino comenzó cuando se enamoró de Imad Shaban, un hombre de religión musulmana. Trataron de poner de lado las diferencias culturales y religiosas y apostaron al amor. Decidieron casarse en 1991 en Guatemala.
En el matrimonio nacieron Imad Shaban Karim en 1992, Zahira un años después y Sharif en el 1996. Lamentablemente con el pasar de los años las diferencias que existían marcaron el destino de la relación y todo entre ellos empeoró.
Gabriela planteó su divorcio ante la Justicia Civil de Guatemala, quien le otorgó la tenencia de sus hijos. Sin embargo, su ex-marido se los llevó ilegalmente a su país, Jordania. Gabriela nunca podrá olvidar ese triste día, quedó devastada. Su alma y corazón se se fueron con sus hijos en ese vuelo sin fecha de retorno.
A esta gran mujer le siguieron años de dolor y sufrimiento, un día tras otro de interminables luchas judiciales y estados emocionales al límite de la tortura. Encontró la manera de sobrevivir cada día e ir sumando años al calendario mientras aprendía a vivir de nuevo fortaleciendo su alma.
Renació hasta que finalmente se convirtió en embajadora de los derechos de los niños de todo el mundo.
Creó la Fundación Niños Unidos para el Mundo, constituyendo la primera ONG en el mundo que se ocupa de la restitución familiar por y para el niño, partiendo de la premisa del lugar del niño en la familia, el mundo y en el modo en el que debe actuar la Justicia cuando los derechos esenciales de los niños son violados.
Con un poco más de 50 años esta mujer sigue participando en distintas conferencias y grupos de apoyo para motivar e instar a otros a seguir un camino con pleno conocimiento interior que definitivamente es la llave que abre la puerta de la felicidad.
En varias entrevistas y ponencias Gabriela ha confesado que ya no tiene rencor por lo sucedido, aprendió a vivir despojada, se siente libre de esos sentimientos que hunden y llenan el alma de tristeza.
Su ex-marido se llevó a sus hijos por una situación cultural muy difícil de entender desde la óptica occidental. Ella dedicó muchas horas de estudio para comprender la cultura musulmana, donde la descendencia para ellos es muy importante porque representan la continuidad de ese sistema.
Aunque, en muchas oportunidades se sintió morir y sus fuerzas llegaron al límite ante la impotencia de no poder buscar a sus hijos porque ni la justicia ni la cultura de ese país lo permitía, siempre buscó la manera de sobrevivir.
Esta mujer ejemplar, con el tiempo fue entendiendo las circunstancias que llevaron a su ex-marido actuar de esa manera gracias a los grandes esfuerzos en investigaciones científicas, filosóficas, jurídicas y de autoconocimiento.
Se capacitó e instruyó de tal manera que se convirtió en una abogada de la causa. Fue la manera que consiguió para abrir la puerta hacia un nuevo camino en la vida de sus hijos estando en contacto con sus padres.
Fue a través del empoderamiento que Gabriela logró ese cambio de una muerte en vida a un volver a la vida. Sabe que esta parada sobre sus propios pies, no depende de nada ni de nadie para satisfacer sus necesidades.
Aclaró que no se trata de un sentimiento de autosuficiencia sino de fuerza. Reconoció que su pasado fue perfecto para poder lograr este estado.
Para ella es muy importante quitarse el velo ante las pruebas que se presentan en el camino y no quedarse en el mismo lugar. Las pruebas son pretextos que permiten que el ser humano despierte y descubra realmente quién es y cuál es su verdadera misión.
Esta gran mujer busca crear conciencia sobre el cuidado de los hijos y la importancia de que los adultos sanen sus heridas para que no sean endosadas a los hijos.
Es responsabilidad de los padres asumir con mucho coraje los problemas que les corresponden. Es parte del trabajo, sí es cierto que no es fácil, pero debe hacerse.
Su experiencia de vida es una manifestación real de que cuando ella empezó a sanar comenzaron a resolverse muchas situaciones del presente de sus hijos.
Según Gabriela, la sociedad se enfoca en los problemas del niño en lugar de asumir que se trata de un reflejo de una situación no resuelta por un adulto maduramente.
Toda situación que coloca al ser humano al límite tiene un mensaje que debe ser descifrado y para ello hay una encrucijada que obliga a decidir entre quedarse en el lamento, el «por qué» o en la solución: el «para qué». Indudablemente ella eligió avanzar y sus acciones le enseñaron a ver que la historia tenía nombre de hijos, no de padres.
Esto le ayudo a cambiar sus patrones y activó una nueva forma de Política de Estado, normativas e intereses en las relaciones entre Estados y diplomacia. Definitivamente eso fue lo que le permitió volver a ver a sus hijos.
La separación de los padres afecta la vida de los hijos,lamentablemente en la mayoría de los divorcios los hijos pasan a ser rehenes de la estructura que dispone la justicia porque no vincula a los padres con los hijos.
Ella comentó que los padres deben estar claros que mantener ese vínculo no es tarea de los niños. Si ella hubiese dejado en manos del juez de Jordania el vínculo con sus hijos no los hubiese recuperado y hoy sería víctima de esa justicia.
El adulto que desea lo mejor para sus hijos busca las herramientas para superar los duelos, frustraciones rabias. Si uno de los padres no cumple le toca al otro asumir el rol y protegerlos.
Los hijos vienen al mundo para irse y los padres tienen su tiempo para acompañarlos y proveerles las herramientas para que puedan hacer su camino, no el que los padres desean.
Sus hijos son musulmanes, no piensan vivir en Argentina, pero si viajan a visitarla. En esta foto se observa a Gabriela con su hija y su ex-marido.
Cuando los hijos se van, lejos de ser un momento triste debería ser el más feliz, ratifica que los padres han cumplido su tarea y se inicia otra. Cuando se van es justo el momento que los padres entregan el hijo a la vida y el padre se gesta otra vida.
En la actualidad ella mantiene comunicación con sus hijos y ella suele decirles que está viviendo, trabajando, ocupándose de ella.
Esto los libera de la responsabilidad de ocuparse de su madre dejando en sus manos su vida. Deben decidir sanar sus heridas, ver dónde y cómo van a vivir, con quién se van a casar, entre tantas cosas que definen un estilo de vida.
Gabriela ha publicado libros donde relata el largo camino que ha recorrido en su lucha por recuperar a sus hijos. Ella no cree que sus los lean porque los confrontaría con el amor que sienten por sus padres y no debe resultar nada fácil. Pero tampoco los escribió para que ellos lo leyeran, son libros basados en su viaje por descubrirse ella misma a través de su historia.
Gabriela comentó que es necesario que los padres generen un presente liberador para los hijos. El mundo necesita adolescentes con valores para que no se destruyan ni se enfermen, para que tengan un verdadero amor propio sin que eso signifique orgullo o prepotencia.
“¿Quieres la paz? Empieza por tu familia”, una cita de la Madre Teresa de Calcuta.
Gabriela se vio obligada a decidir entre conformarse con perder a sus hijos o vencer las adversidades para recuperarlos. Su historia está dejando un legado en el mundo a favor de la defensa de los derechos de los niños. ¡Compártela!